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Cuándo hablar de sexo a los niños y las niñas

Cada día creamos relaciones a nuestro alrededor. La escuela, la familia, la oficina, el parque. Es en estos entornos en donde generamos confianza y nos atrevemos a preguntar lo que no sabemos, sobre todo en la niñez. Un niño, o una niña, preguntará siempre a la gente con la que tenga trato, con la que tenga confianza. Nunca irá a donde una persona desconocida a preguntar algo que le preocupa.


Cuando se sienten a gusto en su casa, cuando tienen la suficiente confianza con su familia, preguntarán ahí las dudas que les vayan surgiendo, o contrastarán la información nueva, confusa o errónea que hayan recibido por otros medios. El problema surge cuando la gente de más confianza no está a mano o no se sienten capaces de ayudarles. Cuando al niño, o a la niña, le falla la familia, la escuela y los servicios de salud, busca alternativas para saciar esta necesidad de información, esta curiosidad.


Muchas veces, por prejuicios, por creencias infundadas o por mitos, no contestamos claramente a las preguntas que nos plantean, las evadimos. Tal vez lo único que nos pase sea que no tenemos claros los conceptos y no queremos exponernos, o tal vez sea por vergüenza. El caso es que no son ellos quienes tienen la culpa de nuestras inseguridades y, al evitar “ciertos temas” lo que estamos consiguiendo es que, la próxima vez, busquen la información en otra parte.


Si en lugar de evitar los temas sobre sexualidad generamos oportunidades para que planteen sus dudas, estaremos:

- Garantizando información clara, científica y oportuna

- Ayudando a su bienestar físico y psicológico

- Creando un entorno para el bienestar social


Es en la infancia donde se forma la confianza necesaria para expresar la curiosidad que experimentamos frente al sexo. En esta edad aprendemos el vocabulario que necesitamos para poder después hablar del tema con seguridad, sin temores y sin vergüenza. Pero tenemos un grave problema en nuestra sociedad: nos da vergüenza hablar de sexo, incluso en nuestra casa, con nuestras hijas e hijos. De este modo, no generamos la confianza necesaria para que nos pregunten cuando tienen una duda. No les estamos facilitando las herramientas necesarias para que puedan expresarse sin vergüenzas ni complejos ante la sexualidad. No ayuda el que llamen “pitilín” al pene a la hora de hablar del tema, por ejemplo.


Pero, vayamos por partes:

¿Qué ocurre cuando evitamos “el tema”?, ¿cuando lo “aparcamos”?


He oído muchas veces decir esas frases típicas de “cuando llegue la edad”, “cuando sea el momento”. Realmente ¿hay una edad adecuada para hablar de sexo? ¿Nos referimos a nuestra edad o a la de nuestras hijas e hijos?

Las conversaciones y, sobre todo, la confianza van evolucionando. Si tú no alimentas esa confianza, no pretendas que “cuando llegue el momento” (¿cuándo es eso?) tu hijo o tu hija sea capaz de confiar en ti, de recurrir a ti. Lo más seguro es que haya buscado en otro lugar cómo saciar su curiosidad. No sabes cómo de acertada es la información que ha recibido. No lo sabes porque no te lo cuenta, porque “ese tema” no está entre los temas aptos para hablar en casa.


No existe el momento adecuado.

El momento es el ahora, es hoy, es cuando surgen las dudas.


Por otro lado tenemos el vocabulario. Una cosa que parece una tontería y que, sin embargo, nos abre o nos cierra tantas puertas. ¿Alguna vez te has parado a pensar hasta qué punto el vocabulario es importante a la hora de sentirnos a gusto hablando?, ¿a la hora de poder desarrollar un tema o quedarnos estancados aún sabiendo de lo que hablamos? Muchas veces me he quedado callada por esta razón. Pero voy a centrarme solo en el tema que nos ocupa: el vocabulario y el sexo. Voy a poner un ejemplo. Mi hijo, desde siempre y esté donde esté, cuando tiene ganas de ir al baño dice “voy a cagar”. Nunca le he corregido, nunca le he dicho que no diga eso, que diga que va a hacer cacas. No quiero que sienta vergüenza por usar las palabras, tal como me sucedía a mí. Quizás el término más correcto habría sido defecar, puede ser, todo se andará… o no, porque… ¿cuándo es el momento? El caso es que creo que es importante que nos sintamos a gusto con las palabras y que usemos las adecuadas. Si nos acostumbramos a llamar al pene pitilín, a llamar a la vulva la peseta, ¿cómo vamos a tener una conversación creíble con nuestro hijo o con nuestra hija? En muchas ocasiones este vocabulario camuflado hace que ni siquiera tengamos claros algunos conceptos. Si nosotros no tenemos las cosas claras ¿cómo vamos a ayudarles?


Cómo favorecer la comunicación sobre sexualidad desde la infancia.

Niños y niñas menores de 6 años.

- Tenemos que tener claro qué es lo que el niño o la niña quiere saber. ¿Ya sabe algo del tema? , ¿es correcto? Saber desde dónde parte y qué es exactamente lo que le inquieta o sobre lo que tiene curiosidad.

- Aceptar la pregunta como algo natural que se debe a su curiosidad. No le tenemos que hacer sentir mal por querer saber. Si está preguntando es porque quiere saber y quiere saber hoy, no mañana, no cuando sea más mayor. Si tú no le das hoy una solución a su curiosidad, se ocupará de encontrarla por sus medios.

- Explicarle las cosas con la verdad y con naturalidad. Si ve que le estás contando “milongas” no va a volver a preguntarte nada más, no eres de fiar.

- Responder solo a lo que pregunta y de acuerdo con su edad. Esto no quiere decir que si te pregunta “cómo nacen los niños” le cuentes la historia de la semillita. Es más, puede que ni siquiera te esté preguntando tanto. De lo que se trata es de dar la información que piden de forma clara y natural.

- Ser concreto, directo y claro. Usar las palabras correctas. Si son capaces de decir supercalifragilisticoespialidoso, también lo son de decir espermatozoide. Así de claro.


Sin embargo, hay situaciones, preguntas, ante las que no sabemos qué responder, ante las que nos sentimos incómodos o, simplemente, no conocemos la respuesta. En estos casos, como siempre, debemos responder con sinceridad. Cuesta, sí, pero es lo que hará que confíen en nosotros y se conviertan en personas preparadas para afrontar lo que les venga poco a poco.

Si no te sientes a gusto, puedes empezar por algo como esto: “para mí es difícil contestar a esta pregunta porque yo no hablaba con mis padres de estos temas, pero no quiero que a ti te pase lo mismo, así que voy a intentar responderte como mejor pueda.” Reconociendo nuestro sentir nos estamos abriendo, estamos generando confianza. Sí, dejaremos de ser sus DiosesTodoPoderosos pero… ¿todavía pensabas que seguías siéndolo? Somos personas, y lo saben. Nos quieren tal y como somos. ¿Merece la pena ganar su confianza y su respeto?


Cuando tu caso no es que sientas incomodidad, sino que no conoces la respuesta, lo más acertado es reconocerlo, decir que no lo sabes, y ofrecerte para buscar juntos la información.

A veces sucede que estamos ocupadas, que estamos con otra gente, que estamos cansadas. Llevamos una vida muy rápida, sin tiempo para nada, y muchas veces son ellas y ellos los que pagan este tiempo tan “cronometrado”. No tienen por qué saber si tú tienes tiempo o no. Tienen una pregunta, y quieren respuestas. En estas ocasiones, dependiendo de nuestra reacción, corremos el riesgo de que piensen que molestan. Tenemos que dejarles claro que no molestan. Explicarles que no es el momento pero que en cuanto os sea posible vais a hablar sobre el tema. “En cuanto os sea posible” quiere decir eso, literalmente. No quiere decir dar largas que nunca obtienen solución.


Sinceridad. Cumplir promesas. Así generamos confianza.


¿Qué pasa cuando no pregunta?

Si nuestra hija o nuestro hijo no nos pregunta acerca de la sexualidad, puede ser por varios motivos:

· Que nos hayamos adelantado y les hayamos dado esa información antes de que la hayan pedido

· Que cuando anteriormente nos han preguntado les hayamos contestado con evasivas, con mentiras e, incluso, regañándoles

· Que se haya dado cuenta de que nos da vergüenza hablar del tema, de que nos incomoda

· Que en otra ocasión le hayamos respondido con el “cuando seas más mayor”

· Que no le generemos la suficiente confianza como para preguntar acerca de estos temas


Sea cual sea el motivo por el que no nos pregunta, debemos tratar de corregirlo. Cuesta si, pero es el precio que tenemos que pagar para que conseguir su confianza, para que crezcan viviendo la sexualidad como algo natural, y no como algo “de lo que no se puede hablar”.

¿Qué podemos hacer?

Prevenir. Facilitando la conversación desde muy temprana edad, escuchando atentamente, contestando a sus preguntas. Con la verdad y de forma clara. Así es como conseguiremos que no se callen, que nos pregunten cada vez que tengan una inquietud, que sientan curiosidad.

Debemos hablar sin rodeos, sin subestimarles. Son niñas, son niños, sí. Pero entienden todo lo que les decimos, no hace falta que inventemos palabras para explicarles las cosas. Cuando hacemos esto, no lo estamos haciendo por ayudarles a entender mejor, lo hacemos por nosotras, porque nos sentimos incómodas hablando de sexo. Son nuestras limitaciones, no las suyas.

Tenemos que romper nuestras propias barreras y ser capaces de decir lo que sentimos respecto a la sexualidad de forma clara y abierta.

En la infancia se establecen las bases de nuestra sexualidad. Si estas bases no están bien cimentadas no tendrán recursos para gestionar sus emociones y sentimientos cuando llegue la adolescencia, cuando sean personas adultas.

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